diumenge, 29 de novembre del 2009

La sequia amenazando la vida


Este año la sequía a ganado terreno y amenaza la vida por ello voy a poner cuatro ecosistemas amenazados por este fenómeno.
El primero va ser los Campos de Azálvaro, una desolada llanura en la rampa de la sierra de Guadarrama, en la caída hacia Ávila. Por donde se supone que circula el río Voltoya hasta que es retenido en un pequeño embalse, en la actualidad muy por debajo de su capacidad. Llueve, por fin, y lo hace con fuerza. El barro, reseco salvo en las inmediaciones del agua, empieza a reblandecerse.
Donde se reactiva la actividad y toda la fauna empieza otra vez con sus actividades
En segundo lugar tenemos la albufera de Carnota, en la Costa da Morte gallega. Una larga duna separa la playa de la albufera, por lo que el bramido del Atlántico suena muy atenuado; un canal natural comunica el mar con el interior, y por ahí penetra el agua, al vaivén de las mareas.
El ritmo de vida en Carnota, por tanto, es cíclico. Ahora la marea está baja, y entre los caños de agua y el fango silban los zarapitos reales, trinan varios archibebes y grazna una garceta común, seguramente un ejemplar en paso. Raro será el sitio de la costa gallega donde, antes o después, no se escuchen las risas y letanías de las gaviotas patiamarillas.
En tercer lugar, en Fuentedepiedra, el término “laguna” remite a meses mejores, más húmedos. En estas fechas, y a la espera de las lluvias, Fuentedepiedra es una extensa planicie de barro reseco y cuarteado. Tan sólo en las inmediaciones del arroyo Santillán, cerca del centro de interpretación de la reserva natural, se concentran los gritos de bandos de avocetas y cigüeñuelas
Es la hora del crepúsculo y ladra un zorro que acude a beber a uno de los pocos abrevaderos disponibles en toda la comarca. Pero, pese a todo, Fuentedepiedra es el hogar del flamenco rosa, uno de los pocos lugares de cría de la especie en toda España.
Por ultimo y hablando de barro pero si de barro hablamos, este otoño hay que mirar a Doñana. En las marismas del Guadalquivir apenas queda agua. Secos los lucios, las suaves depresiones en el suelo en donde se acumula el líquido, secas también las lagunas permanentes y las madres de los ríos, en Doñana sólo hay agua en cantidad apreciable allí donde se bombea desde pozos, en el entorno del Cerrado Garrido. El resto es una inmensa llanura vacía, sin otros relieves que algunos eucaliptos gigantes desdibujados contra el horizonte. Las voces de las aves se confunden, viajan desde la distancia y se diluyen, perdiendo sus aristas. El paisaje sonoro de la marisma está ocupado por un vocingleo del que a duras penas destacan los gruñidos de los calamones, los gritos de los patos azulones y silbones. Todo sobre el telón de fondo formado por el vocerío difuso de cientos, miles de gansos silvestres.
Parece que por fin se anuncian lluvias generalizadas y que las superficies de barro volverán a su sitio, el fondo blando y nutritivo de las zonas encharcadas y que queda una esperanza para estos ecosistemas y sus poblaciones